Traducción

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Andare in TIL(t)

La expresión italiana “andare in tilt” alude, según el prestigioso diccionario Treccani, al bloqueo automático que sufren las máquinas tragaperras tipo flipper o pinball al intentar hacer trampa golpeándolas o inclinándolas a un lado para que la bolita se deslice hacia donde nos interesa. Por extensión, dicha expresión se utiliza coloquialmente en Italia para decir que alguien o algo ya no puede más, ha sufrido un cortocircuito o se ha quedado bloqueado.
Hace días que, cuando hablo por teléfono o a través de la Red con nuestros queridos amigos italianos, les resumo la situación educativa actual diciéndoles que “è andata in tilt”. Aun considerando nuestros problemas con el trilingüismo como una discusión bizantina -ya que ellos son orgullosamente monolingües y su inglés es tan patético como el nuestro, pero lo exhiben sin complejos-, con dicha expresión me entienden perfectamente. Si un puñado de italianos que ni siquiera se dedican a la enseñanza pueden hacerlo, ¿por qué es tan difícil hacérselo entender a nuestras autoridades “competentes”? No todos estamos en contra del TIL, pero hasta el profesor más optimista es consciente de que nuestro nivel general de inglés -salvo honrosas excepciones, claro está- no es el adecuado ni suficiente para impartir ninguna asignatura. Ni las eufemísticamente bautizadas como “instrumentales no lingüísticas” (Sociales, Naturales y Matemáticas) ni las tradicionalmente apodadas “marías”, como Educación Física, Educación Plástica o Música, que en mi opinión ya están injustamente relegadas en nuestro sistema educativo actual, pero aun lo estarán mucho más si llega a implantarse la fatídica LOMCE. De hecho, estoy convencida de que si todos los responsables de la crispadísima situación actual hubieran recibido una mayor formación artística y musical cuando eran pequeñitos -¿os los imagináis...?-, probablemente no estaríamos como estamos.
¿Tanto cuesta entender que (también) es cuestión de tiempo? Dadnos unos años -no más de dos o tres, diría yo, dada la innata tendencia a saltarse plazos del españolito medio- y para entonces habrá suficientes profesores preparados para impartir sus clases en un inglés, si no envidiable, por lo menos decente. A partir de ahí, todo irá rodado. Es cierto que el camino se hace andando, sí, pero también lo es que no se puede empezar la casa por el tejado. Los docentes necesitamos apoyo y formación, no una escalada de desplantes chulescos ni ceses indiscriminados. Ya sé que dos o tres años en términos electorales son demasiados, pero, si lo que de verdad os interesa es mejorar la Educación y no colgaros medallas ajenas, tenéis que entender que ningún idioma se aprende de la noche a la mañana, y menos al nivel suficiente para impartir una clase con dignidad. Y si no estáis de acuerdo, ¿quién es el guapo que se atreve a darnos ejemplo -dicen que “Obras son amores y no buenas razones”- pronunciando su próximo discurso en inglés? ¿Bauzà, nuestra estimada consellera...? Y que no se olvide de tomarse una “relaxing cup of café con leche” antes de hacerlo, por favor, no vaya a atragantarse.

Entretanto, podríamos aprovechar esos dos o tres años para hacernos un replanteamiento serio, general y conjunto del sistema educativo y, sobre todo, de los valores que animan a nuestra sociedad; volver a rebajar las ratios de alumnos por aula contratando a los docentes necesarios para que todo fluya con normalidad, recuperar -aun con las debidas modificaciones- los antiguos programas de atención a la diversidad y refuerzo, etc. Y, por lo que respecta al catalán y el castellano, lo que hace falta en mi opinión es un cambio de mentalidad general. Meternos en la cabeza de una vez que ambos idiomas no sólo no han de ser enemigos, sino aliados. El conocimiento del uno no sólo no perjudica ni rebaja el conocimiento del otro, sino que lo enriquece y complementa. Debemos seguir insistiendo en que vivir en una comunidad bilingüe no es una desgracia, sino una enorme suerte. Aprender catalán aun viniendo de fuera no es imposible, ni tan siquiera complicado, y facilita la vida a todos los niveles: laboral, cultural, afectivo... Mejorar el castellano “de Can Peni” -¿quién sería el tal “Peni”?, siempre me lo he preguntado- que se habla en Menorca tampoco estaría de más, entretanto.
Vive y deja vivir, habla y deja hablar, estudia... ¡y deja estudiar! Huyamos de los talibanes de ambos extremos y centrémonos en lo que verdaderamente importa: utilizar las lenguas, todas las que seamos capaces de aprender, como medio de comunicación interpersonal e instrumento para acceder a algo mucho más grande.

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